lunes, 21 de abril de 2014

CLEPSYDRA 15 FICCIONES Y REALIDADES DEL SER


Ficciones y realidades del ser:
 imágenes de la Coronela Ramona Viuda de Flores

 Clepsydra 15, año II,  marzo 2014, pp. 6-7. 

Diana María Perea Romo[1]
                              
                                                                                                                      
¿Cuántas imágenes se pueden construir alrededor de un mismo personaje?, ¿cuántas personalidades conforman una misma identidad? Estas preguntas han guiado mi trabajo acerca de la Coronela Ramona Viuda de Flores, cuya figura he encontrado representada tanto en la narrativa de la Revolución Mexicana como en la fotografía de la época. En este escrito me he enfocado al problema de la construcción de una identidad compleja que comprende las miradas narrativas que la describieron, la intencionalidad al presentarse ante los demás mediante el retrato fotográfico y la propia subjetividad del personaje.
Para entrar en materia, empiezo por un pasaje de Martín Luis Guzmán en su novela El Águila y la Serpiente (1928), quien al describir su llegada a Culiacán, Sinaloa, acompañando a las tropas constitucionalistas que habían tomado la plaza tras la derrota del huertismo en diciembre de 1913, destacó su impresión ante el festejo de la victoria que el General Constitucionalista Juan Carrasco y sus acompañantes hacían por las calles de la ciudad:

Cierta mañana lo vi pasear por las principales calles en entera concordancia con lo que de él se decía. Iba en carroza abierta, terciada la carabina a la espalda, cruzado el pecho de cananas y acompañado de varios oficiales masculinos y uno femenino y notorio: la famosa Güera Carrasco. Detrás del coche a la buena usanza sinaloense, una charanga hasta de cuatro o cinco músicos se afanaba por seguir el paso de los caballos, sin dar reposo a sus instrumentos.[2]

Aunque la intención narrativa de Martín Luis Guzmán iba encaminada a resaltar el tono carnavalesco -en el sentido bajtiniano- de la escena, así como crear una tipología del Revolucionario y sus oficiales, que se completaba con la presencia de la oficial femenina; la presencia de la Güera Carrasco en este pasaje dejaba una ventana abierta a varias interrogantes, ¿quién era este famoso personaje?, ¿había existido en realidad?, ¿era amante del General?, ¿era un oficial de su ejército o una soldadera?
En lo que entonces era su cuaderno de apuntes de la Revolución, el Licenciado Isidro Fabela, quien formaba parte del gabinete del jefe constitucionalista Venustiano Carranza, visitó Sinaloa en enero de 1914, un mes después del relato de Martín Luis Guzmán, momento en que escribió lo siguiente: 

estando en la población de Sinaloa […] conocí a la famosa Coronela doña Ramona R. Viuda de Flores -a quien todos llamaban la Güera Carrasco-, la cual era de buen ver: alta, rubia, de ojos garzos que ensombrecían cejas oscuras y espesas; boca de labios delgados que acusaban energía en la voluntad; mirada directa y franca, voz clara de tonos graves que tornábanse altisonantes cuando mandaba a su tropa; nariz un poquitín respingada, frente espaciosa y aventajado el pecho, pero no en demasía, y erguido el cuerpo hasta el grado que requiere la esbeltez.[3]

A diferencia de Guzmán, quien retrató a La Güera Carrasco en el momento exacto del triunfo constitucionalista, bebiendo y festejando por las calles de una ciudad que había sufrido las consecuencias de la guerra; Fabela, un funcionario constitucionalista la conoció como la Coronela doña Ramona R. Viuda de Flores, quien organizó una cena para el primer jefe y su comitiva. Para la ocasión la Coronela se encargó del menú y vestida como una dama de sociedad dio la mejor atención posible a los invitados. Sin embargo, en sus apuntes Fabela plasmó otros aspectos que conformaban su personalidad, como el testimonio de un oficial veracruzano, quien le contó que en una ocasión al visitar a la Coronela en su hotel, esta había disparado al aire todos los tiros de su 45 para ponerlo a prueba tras haber asegurado que los jarochos no temían a las balas; o el frecuente uso de calificativos altisonantes con los que se dirigía a la tropa, como “tiznados”, “ajos”, “cabrios” y “madres”.[4]
Frente a estas imágenes donde dos narradores describen a la Güera Carrasco o la Coronela Viuda de Flores, se encuentran dos retratos donde ella posó para la cámara y puso en juego su compleja personalidad. El primero es de 1913, coincidentemente el mismo año en que Martín Luis Guzmán la vio como uno de los oficiales de Carrasco en Culiacán; en dicho retrato en el estudio Ramona R. Viuda de Flores no se acompaña del General Carrasco y es ella misma quien ocupa el lugar central de la puesta en escena, acompañada por sus subalternos el Mayor Gámez y el Capitán Francisco Reyes. Dicha centralidad destaca su grado militar como Coronela y le permite aparecer como la única de los retratados en sostener las armas. Al mismo tiempo, su cabello recogido debajo del sombrero, así como su vestimenta de camisa y pantalón se convierten en elementos que la masculinizan y destacan su carácter como combatiente.[5] 
Ramona R. Viuda de Flores, con el Mayor Gámez y el Capitán Francisco Reyes. Sinaloa, 1913. Colección Isidro Fabela.

En la segunda imagen, de 1914, la Coronela Viuda de Flores representa su lugar en la Revolución mediante otros elementos simbólicos: cambia el atuendo de una combatiente armada y su grado militar por el de una correligionaria del constitucionalismo. Mediante algo que podemos caracterizar como un verdadero acto político: corona su atuendo como una dama de sociedad con un botón prendido a la camisa de seda con el retrato del Presidente Francisco I Madero, destacándola ahora como una mujer de ideales políticos, quien legitima su causa aludiendo a la figura de Madero. Así, esta representación corresponde a su biografía, ya que según la narración de Fabela, a quien regaló ambos retratos, se levantó en armas tras el asesinato de Francisco I. Madero.

Coronela Ramona R. Viuda de Flores, Sinaloa, 1914. Fotografía de Mauricio Lohn, Sinaloa, 1914. Colección Isidro Fabela.

Al poner en juego ambas fotografías, así como las narraciones que mencioné líneas arriba, surge la interrogante acerca de la forma en que el personaje y sus narradores intervienen en la construcción de su identidad. La Coronela Viuda de Flores o La Güera Carrasco, resulta un personaje que deja detrás de sí huellas que nos invitan a develarla en su complejidad. Tanto en su rol en el ejército constitucionalista, en su conducta cotidiana, así como en la forma en que utilizó el espacio del estudio para simbolizarse como una oficial masculinizada o una dama correligionaria, nos plantea la problemática de la intencionalidad con la que nos representamos a nosotros mismos o bien, la forma en que nuestra subjetividad moldea una identidad discursiva, ilusoria, que se encuentra en los límites de una ficción o realidad del ser.[6]

Bibliografía y fuentes:

Acervo Fotográfico Centro Cultural Isidro Fabela, http://www.isidrofabela.com
Del Castillo Troncoso, Alberto, Isidro Fabela. Una mirada en torno a la Revolución Mexicana, México, Instituto Mexiquense de Cultura, 2010.
Fabela, Isidro, Mis memorias de la revolución, México, Instituto Mexiquense de Cultura, 1994.
Guzmán, Martín Luis, El Águila y la Serpiente, México, Porrúa, 1987.




[1] Es originaria de Guasave, Sinaloa. Maestra en Historia por la Universidad Autónoma de Sinaloa, UAS. Actualmente cursa el Doctorado en Historia en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, UMSNH.
[2] Martín Luis Guzmán, El Águila y la Serpiente, México, Porrúa, 1987, p. 108.
[3]Isidro Fabela, Mis memorias de la revolución, México, Instituto Mexiquense de Cultura, 1994, p. 338. Mis memorias de la Revolución se editaron por primera vez en 1977, tras la muerte de Fabela.
[4] Ibíd., pp. 340-341.
[5] Ambos retratos pertenecen al Acervo Fotográfico del Centro Cultural Isidro Fabela, disponibles en la liga http://www.isidrofabela.com . Véase también el libro de Alberto del Castillo Troncoso, Isidro Fabela. Una mirada en torno a la Revolución Mexicana, México, Instituto Mexiquense de Cultura, 2010, donde hace un excelente análisis de las imágenes de la Coronela Viuda de Flores, pp. 82-84.
[6] Concluyo con aquellas interrogantes que ahora guían mi trabajo sobre las representaciones de los personajes en la fotografía de la Revolución Mexicana.

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